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COMIDA Y SALUD MENTAL

La depresión es, según datos de la OMS, una enfermedad que afecta en el mundo a unos 300 millones de personas y en España la cifra, según este artículo publicado en 2017, asciende a 2,4 millones de personas, suponiendo un coste anual de más de 10.000 millones de euros.

 

Los médicos de familia detectan a menos de la mitad de los pacientes con depresión que acuden a atención primaria y además sobrediagnostican a pacientes que realmente no tenían depresión.

 

Por otro lado, hay que entender que esta enfermedad presenta una gran heterogeneidad, entendiendo heterogeneidad como “expresión de conductas” ya que, por ejemplo, el riesgo de obesidad es más fuerte en ciertos subgrupos de pacientes con depresión. Identificar estos subgrupos puede ser clave para poder prevenir, o por lo menos, luchar de una forma coherente contra la obesidad. Entre los dos subtipos principales (melancólica y atípica), el subtipo “atípico” es el que está más vinculado con la obesidad debido a su particular “sintomatología”: letargo, fatiga, somnolencia, hiperfagia… y como consecuencia ganancia de peso. Según datos del presente estudio, entre un 15 y un 25% de los pacientes aumentan su apetito y con ello, el peso durante un episodio de depresión.

 

Hecha esta pequeña introducción, pasaremos a hablar de la incidencia según géneros. Según este estudio, la prevalencia de depresión es mayor en mujeres que en hombres con una tasa anual global del 5,5 y 3,2% respectivamente, aunque las tasas entre hombres y mujeres antes de la pubertad tienden a ser iguales. A pesar de estas cifras, las tasas de suicidios son mayores en hombres (15 por cada 100.000 habitantes) que en mujeres (8 por cada 100.000 habitantes) (artículo), siendo la principal causa de muerte en hombres de entre 20 y 45 años.

 

Por otro lado, cuando comparamos a gente con depresión o signos de angustia vs controles, las personas con “angustia” tenían un riesgo de mortalidad 1,6 veces mayor respecto a los controles y cuando hablamos de depresión diagnosticada durante el curso de otras patologías (accidente cerebrovascular, cáncer o enfermedad coronaria), las personas con depresión (medicadas) experimentaban una menor supervivencia.

 

Volviendo a las diferencias en las tasas de depresión según género, estas pueden deberse a diferencias biológicas (estado hormonal) y a distintos estados que pueden estar relacionados con la depresión durante el ciclo vital, como pueden ser el trastorno disfórico premenstrual, la depresión posparto, la depresión y ansiedad posmenopáusicas o a patrones conductuales aprendido o innatos que derivan en mayores comportamientos de riesgo o protectores. Retomando las vías biológicas, tanto los niveles altos de estrógenos en mujeres como la testosterona en hombres parecen tener un papel bastante importante en la depresión, las caídas de estos niveles están asociadas a mayor incidencia o incluso, en algunos casos, a mayor mortalidad en hombres mayores. Estos factores pueden ayudar a explicar las diferencias en la incidencia de depresión entre mujeres y hombres.

 

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